Crítica: INNUMERABLE FORMS «Pain Effulgence»

Innumerable Forms regresan con Pain Effulgence, tercer larga duración, lo que aquí os presento no es simplemente un disco de death/doom, sino un portal donde la asfixia se mezcla con la luz. Desde el primer acorde se percibe que maman con devoción del linaje finlandés más sepulcral: hay ecos de Convulse, hay sombras de Demigod, hay esa humedad fúnebre que solo Rippikoulu supo convertir en atmósfera. Y al mismo tiempo, en los pliegues más lentos, dejan escapar el perfume marchito del Doom inglés, ese lamento helado que Paradise Lost transformó en elegancia melancólica.

Justin DeTore ruge como un profeta enterrado en ruinas, su voz expulsa la desesperación de quien conoce el abismo y aún así lo desafía. Las guitarras son bloques de piedra que arrastran al oyente hacia un abismo, riffs que parecen escritos para hundirse en la tierra misma, mientras la batería late como un corazón enfermo, irregular pero feroz, manteniendo el aire cargado de amenaza. Y en medio de tanta densidad aparecen destellos inesperados: solos que se deslizan como cuchillos oxidados pero brillantes, pasajes casi esperanzadores que contradicen la oscuridad y, en esa contradicción, encuentran la verdadera fuerza.

La producción de Arthur Rizk funciona como alquimia: el sonido es cavernoso y brutal, pero también diáfano, dejando que cada riff se sienta como una lápida que cae en cámara lenta. Escucharlo es como ser aplastado por un monolito y descubrir, en ese mismo peso, una claridad emocional que sorprende. Los temas orbitan la miseria, el conflicto interno, la aniquilación, pero la forma en que están interpretados revela una resistencia feroz, un impulso que no permite ceder del todo.

Lo notable es que, en lugar de hundir, Pain Effulgence ilumina: en su brutalidad hay chispa, en su crudeza hay belleza. No se trata de innovación grandilocuente, sino de convicción: Innumerable Forms no buscan ser distintos, buscan ser absolutos, y lo logran con un disco que huele a piedra húmeda, a óxido, a memoria y a sangre. Es un viaje que golpea sin descanso, pero que, al terminar, deja una sensación extraña: como si la devastación también pudiera ser redentora. Otro de los grandísimos lanzamientos que llevamos este año dentro del Death/Doom más exquisito, vaya año dentro del género!