Crítica: PROFANATICA – «Wreathed in Dead Angels»

Profanatica siempre ha habitado una frontera que pocos logran comprender del todo. Se los suele etiquetar como black metal, pero la verdad es que su esqueleto rítmico, su espesor sonoro y su violencia ritual tienen mucho más de death metal primitivo. Sin embargo, lo que los separa del resto —lo que los hace tan únicos y profanos— es ese aliento gélido y espectral que impregna cada una de sus composiciones. Pocas bandas han sabido proyectar algo tan intangible; quizá Demoncy o Von, pero Profanatica lleva invocando ese espíritu también desde sus primerísimos años.

En Wreathed in Dead Angels, la banda no busca modernizar su lenguaje ni embellecerlo. Lo profundiza. El EP —seis cortes en poco más de veinte minutos— es una exhibición de podredumbre controlada, un descenso breve pero intenso al corazón de su fe blasfema. “Hung in Golgatha” abre con un golpe directo al estómago: riffs abrasivos, percusión espesa y una voz que parece surgir desde el suelo mismo. “Wreathed in Dead Angels”, el tema titular, se hunde en un tempo más lento, casi ritual, con una cadencia que suena a procesión sacrílega. “The Sixth Hour” desata un pulso más violento, de aire punk, y “By Thine Agony” clausura el disco con una sensación de caída infinita, como si el último aliento fuese un escupitajo hacia lo divino.

La producción, fiel al espíritu de Profanatica, no limpia: ensucia. Todo está cubierto de polvo, moho y ecos de cripta. Las guitarras son puro óxido, las voces una presencia cavernosa, y la batería —más intuida que medida— sostiene el caos con un pulso de lujuria sacrílega. Es un sonido que no busca impacto moderno ni fidelidad sonora: busca atmósfera, esa sensación húmeda, ritual y decadente que los define desde hace más de tres décadas.

Profanatica es, ante todo, autenticidad en su forma más impura. Demasiado física para el black metal ortodoxo, demasiado espiritual para el death metal más terrenal. En esa tensión, en ese punto intermedio entre carne y sombra, reside su verdad. Wreathed in Dead Angels no es un experimento ni un giro de estilo: es una reafirmación de principios. Un recordatorio de que el extremismo musical puede ser, también, una forma de fe.